Una casa, tres mujeres; un ídolo, tres generaciones; un elemento que las une, muchos que las separan; una familia, tres mujeres a punto de estallar.
Para su última obra José María Muscari decide revisitar por primera un texto de su autoría, es así que tomando su Piel de chancho (la cual se estreno hace breves cuatro años en el Teatro del Pueblo con el protagónico de María Aurelia Bisutti) para esta oportunidad realiza una serie de cambios, el más relevante, el ídolo que une a estas tres generaciones: Sandro (siendo su figura lo que inunda toda la escenografía, y sus canciones, la que musicalizan toda la obra)
En esa casa conviven (o mejor dicho, se desata la guerra entre) abuela, hija y nieta. Irma Roy es naná, la abuela piromaníaca, quien tuvo un accidente y por eso se encuentra vendada, y se encuentra en la espera de un injerto de piel de chancho, gracias a que su hija Ingrid (Mónica Salvador) le comento sobre este revolucionario procedimiento, ésta es alcohólica, medicada, le cuesta asumir su sexualidad y tiene una hija Luisa (Dalma Maradona) anoréxica, bulímica y con aspiración a ser como Fairuz.
Es de imaginarse que a lo largo de la obra uno no se encontrara con una obra común y corriente, como una verdadera obra de Muscari nos encontraremos con situaciones disparatadas, muchos juegos verbales, gran cantidad de cortes: monólogos al público, bailes, y grandes dosis de delirio.
En esta ocasión el director convoca a tres actrices con las cuales no había trabajo anteriormente, se percibe un parejo y muy buen nivel, pero lo más destacado es que todas se sitúan en la misma estética, desde ya, esto es de vital importancia para cualquier puesta, pero mucho más en una obra como esta donde el director tiene una impronta tan particular. Irma Roy logra un trabajo destacado, uno se encuentra con un ser que nunca creyó que esta actriz podría llegar a hacer, y lo hace con gran nivel y salvajismo.
Mónica Salvador, por lo menos para este crítico, es toda una revelación, una actriz con peso, convincente, que sabe manejar la atención y logra un ser muy interesante (es una lástima que en la dramaturgia, el tema de su sexualidad no tenga otros quiebres que podrían hacer aun más rico este personaje)
Dalma Maradona tiene a su cargo un difícil personaje, la misma sale aireosa, si bien tiene demasiados estallidos (los cuales algunos se ven aun forzados) logra un personaje volcánico, con peso, pero que también tiene lugares débiles, espacios donde vemos los sufrimientos de éste personaje, que decide protegerse con un manto de bestialidad, para no mostrar lo débil de su ser.
Muscari plantea una obra plagada de elementos kitsch y textos fogosos, textos que queman; muestra una relación familiar particular, pero que fuera del humor, es algo que puede no estar tan lejos de la realidad. Una puesta cuidada, divertida, para disfrutar, siempre y cuando, uno pueda protegerse, de ese fuego entre mujeres, del cual, es difícil salir (aunque sea) acalorado.
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