“Nos encontramos en una época donde la sexualidad ha salido de los placares. De ser un secreto pasó a ser un preciado objeto de consumo transformándose en una sexualidad evanescente fácil de ser intercambiada en el mercado de las relaciones sociales”.
Enrique Carpintero (Psicoanalista)- Revista Topía, Agosto/Octubre 2009
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Beatriz sarlo- Escenas de la vida posmoderna (1994)
Hay tres mujeres, una de cada generación: la abuela, fan consumada de Sandro; la hija, una cuarentona acomplejada; la nieta, una joven sin futuro.
Ellas forman una peculiar familia disfuncional donde todo está en la superficie, y nada se reprime en el nivel de lo dicho. Los insultos son moneda corriente entre las tres generaciones, pero además de esta crudeza, ellas viven en un mundo de marcas, consumos y supuesta accesibilidad a bienes de lujo que no pueden sustentar.
Estas mujeres (con la excepción de la abuela, interpretada por Irma Roy) viven en un mundo “noventista” donde todo pasa por mostrar, usar y tirar.
La del medio, la de mediana edad (representada por Mónica Salvador) sueña con un mundo pasado de whiskys, discotheques y glamour; mientras que la nieta (actuada por Dalma Maradona) trata de sobrevivir a sus problemas de imagen corporal.
Entre las tres, fuego. El fuego de la competencia, de la rivalidad, de la envidia, de la incomprensión. Pero, aunque la obra tenga este costado dramático, al ser una obra de Muscari (basada en su pieza Piel de chancho) las ironías y los retruécanos vendrán con un toque de humor ácido.
La obra está apoyada en canciones de Sandro, pero Muscari aclara que esta obra fue pensada como un homenaje en vida al ídolo de la canción. Se sabe que la está ensayando desde hace un año. Sin embargo las canciones de sandro no están colocadas como una performance del estilo que nos tiene acostumbrados Muscari, sino que cumplen el rol de subtexto de la obra. Anticipan las peripecias de las tres féminas.
Dentro de una escenografía muy kistch, cuidada hasta el mínimo detalle; también llama la atención el vestuario, adecuado a cada edad y personaje.
Las tres actrices presentan y representan correctamente su rol. Mónica Salvador (la madre) tiene un monólogo descollante donde habla de su huida del placard. Dalma Maradona está bien plantada en el rol de esta adolescente crecida. E Irma Roy tiene el oficio de tantos años de actuación.
Una obra distinta, innovadora en la cartelera porteña comercial.
Por Silvia Sánchez Urite
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