viernes, 8 de enero de 2010

IIRMA TAPA AMBITO FINANCIERO

Irma Roy: “Hacer un Muscari da cierto aire de modernidad” «En la política y en el teatro siempre trabajé rodeada de hombres. Tuve que construir una imagen de mujer fuerte para que no me pasaran por encima. Yo, en realidad, soy muy tímida», asegura Irma Roy. La actriz, sin embargo, no tiene pelos en la lengua a la hora de emitir sus opiniones. Pero desde que empezó a trabajar con el director José María Muscari, en «Fuego entre mujeres», cuida mucho sus palabras: «¡Todo lo que digo después lo pone en la obra!» comenta, «y yo que soy bocona... que voy y cuento todo lo que ví y lo que hago, con este chico no puedo hablar».
Aun así, está orgullosa de haberse atrevido a protagonizar una de las obras más bizarras del director de «En la cama» y «Escoria»: «Hacer un Muscari da cierta pátina de modernidad, de transgresión, de desprejuicio». Pero luego advierte: «Lo que sufrí yo en los ensayos no tiene nombre».
«Fuego entre mujeres» es la remake «Piel de chancho», otra pieza de Muscari que protagonizó María Aurelia Bisutti, ahora musicalizada con temas de Sandro. La actriz de «Simplemente María» interpreta a «una mujer muy perversa que mató al marido y a sus hermanas». Completan el elenco Mónica Salvador (la hija alcohólica que no puede asumir su condición de lesbiana) y Dalma Maradona (la nieta irrespetuosa y agresiva, con problemas de bulimia y anorexia, y fanática de la danza árabe). «Fuego entre mujeres» se exhibe en el Petit Tabarís de jueves a domingo. Periodista: ¿Es muy malvado su personaje. Irma Roy: Es un vieja asesina con carita de buena. Es muy mala y muy cínica, pero por los insultos y agresiones que recibe termina dando pena. Está vendada como una momia porque se le quemó todo el cuerpo. ¡Y yo que soy tan coqueta! Siempre con mi pelito arreglado... Recién aparezco sin vendas sobre el final, cuando a esta mujer ya la operaron. Y eso es verdad. La piel de chancho se utiliza para hacer injertos en casos muy graves. P.: Debe ser duro recibir tanta agresión en escena... I.R.: Yo me divierto como loca con este personaje. Pero, obviamente, son vínculos muy enfermos. Se trata de una familia disfuncional. La hija de esta mujer no asume su sexualidad y la nieta tiene serios conflictos con su físico. Las tres se insultan todo el tiempo. Sólo las une la pasión por las canciones de Sandro. P.: ¿Su muerte generó algún cambio en la obra? I.R.: No cambia nuestra posición. Pero claro, no imaginábamos que iba a morirse la noche previa a nuestra primera función. Fue un golpe muy duro, porque Muscari creó este hermosísimo homenaje para un tipo que peleaba por su vida. El decorado está lleno de fotos de Sandro e incluso cantamos varios temas de él, y de pronto nos dicen que murió. La noticia nos sacudió. Hoy siento que Sandro nos va a acompañar, donde quiera que esté, porque él sabe que esto nació como un homenaje en vida. P.: El tema de su salud ya era noticia desde tiempo atrás. I.R.: Sí desde el 98. A mí todavía me quedan dudas... P.: ¿Cuáles? I.R.: Hace un tiempito, Sandro estuvo a un paso de que se le hiciera el trasplante, pero como recién había ingresado a la lista de Incucai se armó todo un bollo. Se dio a entender que se le había dado preferencia a su caso. Y bueno... ¿acaso en España no lo operaron a Raphael? Cuando «El niño» necesitó un hígado se lo consiguieron y a nadie se lo ocurrió decir que había una preferencia hacia él, que la hubo. Cuando por fin le tocó el turno a Sandro fue demasiado tarde. Llegó al trasplante en un estado terrible. De todos modos, estoy convencida de que el destino está señalado y de que cuando perdemos a alguien trascendente, uno siempre trata de justificar su partida. Si hubiera ocurrido tal cosa, si no hubiera sucedido tal otra... Nos torturamos con esa clase de pensamientos. P.: ¿Logró adaptarse al modus operandi de Muscari? I.R.: Decidí no sufrir más. Un día le dije: «Mirá, creo que tenemos códigos muy distintos. Yo soy muy estructurada, vengo de otra escuela... ¿Y sabe lo que me contestó? «Vos estás muy loca». Y me tuve que reír. Ahora, para preservarme, trato de no hablar mucho con él. P.: ¿Cómo se lleva con sus compañeras de elenco? I.R.: Mónica fue alumna mía y es muy amiga de mi hija Carolina Papaleo, y Dalma es una monada de chica, muy dulce y muy estudiosa. Casi todas las notas televisivas son con la nena y sólo pasan fragmentos de la obra en los que está ella. Me parece lógico y natural... Es la hija de Maradona. Eso ya se veía venir, pero a mí no me afecta. Ya estoy grande para preocuparme de esas cosas chiquitas. Además, para el pueblo en general Maradona sigue siendo muy importante. Muscari la carga: «Ahí llegó la hija del diez» y Dalma se pone furiosa ¡pobre santa! Pero es verdad, es la hija del diez. Ella no puede desprenderse de eso, aunque tiene sus valores personales. Yo la defiendo a muerte. Es una nena que estudia, está en cuarto año del IUNA, es inquieta, se prepara... Dalma dice que siempre cuento lo mismo y eso me hace acordar a un comentario de mi hija: «Vos dividís al mundo entre la gente que estudia y la que no estudia». Siempre me carga con eso.

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