domingo, 24 de enero de 2010

Fuego entre mujeres

Lo primero que se me ocurre pensar es ¿Muscari recargado? ¿Fuego entre mujeres va tan a fondo que no saca el pie del acelerador ni un segundo? Cada frase resulta un latigazo de violencia y sin ser asimilado, aparece otro que redobla la apuesta primera. De entrada, las palabras parecen cachetazos tras cachetazos. Quizá hay en escena demasiada violencia imposible de digerir. Hay tanto miedo a repetirse en el director (Muscari) que se reinventa todo el tiempo, igualmente hay un código que le es propio, y que cuando uno se anima a verlo, sabe que lo tibio no es su fuerte. La impronta agresiva que tiene “Fuego entre mujeres” no es menor a la anterior versión “Piel de chacho”, pero tal vez María Aurelia Bisutti estaba tan a la altura como Irma Roy para interpretar a esa abuela incendiaria. En el caso de Roy, declama todo el tiempo agudizando el conflicto y volviéndolo un melodrama más tenso que inquieta. Dalma Maradona en cambio, realiza una correcta interpretación de la joven bulímica y anoréxica que padece los embates de un abuso pasado. Mas, una abuela manipuladora y una madre (Mónica Salvador) culpogena al extremo, cargada de tanto dolor, que trata de repartir miserias humanas intentando compensar indignidades. Los íntimos de cada personaje aclaran el trasfondo de la historia, pero tanta música de Sandro para decir cosas, impide la fuerza que tendría la palabra del autor, en una obra tan intensa como ésta. La escenografía bien kitch sobrecargada de fotos de Sandro (la obra había sido gestada y ensayada antes de la desaparición del cantante) y con tantos colores estridentes, parece venirse encima del público. Ante esa historia que sobrepasa los principios de la estructura, de la forma y de todas las palabras, tal vez quedaron sin resignificar algunas situaciones que intentó cubrir tímidamente la musicalización en la voz de Sandro. La obra teatral muestra vínculos crudamente construidos, sostenidos y sin ningún reparo formal, pero es muy Muscari, jugar lo despojado, lo descarnado. ¡Para ver al menos una vez! (

Meche Martínez

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