martes, 12 de enero de 2010

TEATRO-CRITICA

"FUEGO ENTRE MUJERES", UN MUSCARI MUY DISFRUTABLE

Buenos Aires, 12 de enero (Télam, por Héctor Puyo).- La pieza "Fuego entre mujeres", de José María Muscari, con actuaciones de Irma Roy, Dalma Maradona y Mónica Salvador, estrenada en el Petit Tabarís, es una experiencia muy disfrutable pese a la violencia verbal que contiene.
Nueva versión de "Piel de chancho", estrenada en 2006 con María Aurelia Bisutti en el papel de la abuela, muestra a otra familia disfuncional con hombres ausentes, pero elude las habituales obviedades gracias a la creatividad que Muscari suele inyectar a sus productos.
Puede volver a los mismos temas y escenarios, plagados de esa bizarría que le es característica -"Grasa", "Cotillón", la reciente "Escoria" son títulos que vienen a la mente-, pero su material surge gozoso y contundente.
Lo que en otras manos podría ser un exceso de groserías y desubicación, en las suyas luce fresco, simpático, impune como un juego infantil que implica asuntos muy adultos y generalmente graves.

Antes de la acción, con la hija rumiando su aburrimiento existencial a costa de varios cigarrillos, un televisor emite imágenes de sexo lésbico, algo que luego encontrará su explicación y que a Muscari viene interesando desde el principio de su trayectoria.
Rodeadas de fotos de Sandro, del que son devotas, el infaltable gato de plástico que mueve el brazo y objetos de colores estridentes lo mismo que el vestuario, la abuela (Roy), la hija (Salvador) y la nieta se embarcan en una lucha por la supervivencia que no conoce límites.
La mayor sufrió quemaduras mayores por la explosión de un artefacto, por lo que deberá someterse a un reparador transplante de piel porcina, en tanto la hija vive empastillada para ocultar sus penurias sexuales y la nieta se revela anoréxica y con intenciones de ser bailarina árabe.
Ese esqueleto le permite a Muscari establecer sonoros choques verbales en el trío y limar con humor lo horroroso de la claustrofobia que lo agrede. De otro modo la observación del drama sería agobiante.
Como en otras obras de su repertorio, el autor y director goza de una enorme libertad para tramar la acción, cortarla sorpresivamente con una canción, hacer que cada personaje se explaye en solitario ante el público.
Esos mecanismos, que impedirían tal vez que las obras muscarianas fueran dirigidas por otros, caracterizan una fórmula escénica que le ha dado buenos dividendos artísticos a su propietario y retroalimenta su creatividad.
Hay un excelente trabajo de Irma Roy, al que la actriz y ex diputada aporta un oficio de años -previo a su fama televisiva de los 60 tuvo destacada actividad teatral- que lleva a su personaje desde la ternura a la crueldad, y desde la seducción a la repugnancia.
A su lado, a fuerza de empuje y sensualidad se luce también Mónica Salvador -probada largamente en su unipersonal "Cómo tener sexo toda tu vida con la misma persona"-, una actriz capaz de transmitir con verosimilitud los vaivenes de su criatura pese a los ripios del texto.
A Dalma Maradona le falta oficio pero le sobra espontaneidad, ecuación que seguramente podrá igualar en el futuro; la chica tiene muy buenos momentos en los que se hace cargo de algunos parlamentos particularmente crudos.
La gran virtud de Muscari, en casi todos sus espectáculos y aquí también, es que logra hacerse invisible en la dirección, capacidad a elogiar, alejándose de esquematismos dramáticos y dándoles a sus actrices una aparente libertad de movimientos y expresiones.
"Fuego entre mujeres" se ofrece en el Petit Tabarís (Corrientes 829), de jueves a domingo a las 21.30.

Hector Puyo (Télam)

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